¿Pueden soplar los vientos en una misma dirección?
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Los vientos alisios soplan hacia distintas regiones según el hemisferio, pero cumplen una misma función: impulsar a los ríos voladores para generar lluvias que nutran el suelo para la salud de fauna y flora.
Podemos seguir con la analogía, ya que, si bien la ciencia académica y la ciencia ancestral parecen soplar en direcciones distintas, ambas aportan a la salud integral en todas las regiones y cumplen funciones imprescindibles que –en conjunto– forman un proceso integral.
Considerar aquello desde el periodismo es lo que permite, sin duda, que estas aguas aéreas permitan un crecimiento sostenible e interdependiente, unas respuestas compatibles que nutren el suelo que compartimos.
La pandemia por COVID-19 nos ha mostrado una problemática compleja para el periodismo: al ser un problema global, las fuentes de información tienden a volverse generalistas para explicar el fenómeno y, en algunos casos, olvidan las respuestas o procesos locales que son los que, en últimas, permiten llegar a nuestras comunidades cercanas, a nuestros públicos.
Es necesario entender que la contextualización de un problema, por más amplia que sea su escala, es medular para informar y potenciar el diálogo entre las comunidades a las que nuestro medio se dirige. Con ello en mente, no es posible desarraigarnos de las historias, experiencias y conocimientos de lo local, que son diferentes a las de otras latitudes por las mediaciones sociales, culturales y ambientales que nos caracterizan y que nos dan dimensiones diversas sobre las problemáticas que vivimos.
En las distintas conversaciones con personas expertas en el marco de este proyecto, abordamos la complementariedad de saberes académicos y saberes ancestrales, ese encuentro de saberes que posibilita la comprensión de la diversidad que habita el mundo. En esta parte de la guía presentamos un subtítulo dedicado a cada uno, bajo el entendimiento de las diferencias de sus métodos y para analizar los retos que enfrentan, una descripción necesaria por sus particularidades. Desde ese punto de partida, abordamos el modo en el que siempre han estado entrelazadas, resaltando sus encuentros, su interacción y su interdependencia.
A partir de los diálogos que hemos tenido en este recorrido, podemos detallar ciertos retos y experiencias que ha vivido la academia, la ciencia occidental en el contexto de la pandemia. Estamos en un tiempo que ha acelerado su quehacer y que, al juntar todas las voces que requerían respuestas, ha puesto en el centro de la agenda sus procesos.
Aunque la ciencia parte de la duda, la urgencia de respuestas nos puso en un escenario de exigencia en el que tuvimos que reaprender que la incertidumbre científica no solo es válida sino que es una de sus características al ser dinámica, de hecho, es la incertidumbre la que permite plantear nuevas preguntas o buscar nuevas formas de responder a preguntas anteriores.
Esta característica que teníamos olvidada, sumada a la vorágine de preguntas y datos que cambiaban día a día, incidió en el cuestionamiento de la ciencia académica y su capacidad de respuesta: un ejercicio legítimo, pero, a la vez, un factor de riesgo que dio paso a la desinformación y a la profundización de posturas que atentaron contra la salud pública.
Es necesario anotar que la ciencia académica y la medicina moderna tienen que garantizar principios, métodos que puedan replicarse y una claridad ética que transparente esta información a la comunidad en general.
La transparencia tiene un proceso, sigue unos pasos definidos que Claudia Vaca nos ayuda a identificar:
La pregunta a resolver debe ser clara, explícita y pública.
Debe exponer las motivaciones, el para qué se realiza la investigación.
El método de resolución de esa pregunta también debe estar explícito, para poder replicarlo, así como para monitorear los resultados y sus posibles cambios.
Los resultados se comparten entre pares, en la comunidad científica, para crear diálogos, cuestionamientos, preguntas que den validez o refuercen la argumentación de ese conocimiento generado.
Con esta claridad es que podemos comprender mejor ese desajuste de tiempos y respuestas que hemos vivido en la pandemia y donde resalta el hecho de que la ciencia académica tuvo que exponer sus procesos a tiempo real no solo a sus pares sino a toda la comunidad.
Esto puso en evidencia ciertos retos y necesidades:
La necesidad de crear puentes más cercanos que permitan una comprensión mayor de sus procesos y faciliten los modos de informar con menores riesgos de imprecisión o tergiversación.
El reto de volver a acercar la ciencia académica a la comunidad, que, en palabras de Sofía Cabrera: “incluso puede ver a la ciencia básicamente como muy externa a la cultura, cuando la ciencia es muy parte de la cultura, es parte de lo que nosotros somos”. Esto último resuena con que, al reconocer abiertamente las incertidumbres, se humaniza a la ciencia, se vuelve a comprender que detrás de cada desarrollo existen seres humanos, con dudas, con errores y con limitaciones.
Reforzar que la ciencia es dinámica, móvil y cambiante, para que su credibilidad no se vea minada cuando sus datos cambien; que los resultados que varíen no se perciban como un fallo, sino como un avance en nuevas respuestas.
Reconocer la interdependencia de saberes, clarificar, evidenciar y validar el modo en que los saberes ancestrales son indispensables para los avances de la medicina moderna, de la ciencia occidental.
Fortalecer la intersección entre investigación científica básica y los cambios de comportamientos en salud; es decir, fortalecer la medicina traslacional que permita que los conocimientos científicos sean trasladados a comportamientos y a transformar la forma en la que se comportan las enfermedades.
Los saberes ancestrales trabajan, esencialmente, en tres sentidos: la interacción entre el ambiente, las personas y la tierra. Lo que implica una comprensión multidimensional de la relación con la naturaleza. Sus métodos no pueden validarse con los occidentales, porque su construcción está mediada por sus prácticas culturales colectivas y de memoria.
Yaneth Cerón explica el método del cateo y el modo en el que se implementó en la pandemia:
Este método, además, tiene fuerte relación con las formas organizativas de cada comunidad en la que las autoridades indígenas definen planes de acción y mecanismos de implementación que incluyen la preparación de los remedios propios y las guías de cuidado a niveles espirituales, educativos, de alimentación. Uno de los ejemplos más dicientes sobre la importancia e incidencia de la organización y liderazgo interno en el cuidado de la salud de los pueblos fue la movilización de la Minga indígena en Colombia.
La Minga se trasladó desde las comunidades hacia Bogotá, lo que generó temores respecto de las aglomeraciones y, por tanto, del incremento de contagios por Covid-19. Sin embargo, la movilización demostró unas prácticas rigurosas de autocuidado, de implementación de mecanismos para evitar el contagio (como la agrupación por conocidos o familiares) y la aplicación de medidas de bioseguridad.
Al respecto, Claudia Vaca, que dio seguimiento a la movilización, apunta:
Al igual que los saberes académicos, los saberes ancestrales enfrentan una serie de retos en los que el periodismo científico puede intervenir:
Incidir en el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural, de las cosmovisiones que se unen a las condiciones territoriales y que complejizan las prácticas de sus saberes.
Evitar la fuga de conocimientos ancestrales; es decir, compartir los saberes en una generación de reciprocidad para que se reconozca su valía y no se aprovechen de ellos empresas multinacionales ni las corrientes de las “pseudociencias”.
El reto de encontrar modos de documentar los saberes para poder transmitirlos y compartirlos de mejor modo.
Fortalecer sus conocimientos comunicativos y sus enlaces con medios para poder explicar sus contribuciones y luchar contra la desinformación estigmatizante.
Fortalecer los procesos de integración con servicios de salud para incidir en mejores prácticas de salud intercultural.
El encuentro de saberes no es una ilusión, es una realidad concreta porque coexistimos y nos nutrimos de ambos conocimientos. Lo que se clarifica en la identificación de retos y necesidades es que aún falta visibilizar esa interdependencia y es ahí donde los vientos alisios soplan en una misma dirección: la mejora de la calidad de vida a partir de la conjugación de métodos y conocimientos, en un reconocimiento local, territorial y cultural.
Desde ambos modos de desarrollar conocimientos, se plantean respuestas válidas y complementarias, aunque partan desde métodos y estructuras diferentes. El contexto de la pandemia permitió volver a mirar que uno de los factores comunes de ambos saberes es su vulnerabilidad, su fragilidad, una grieta que nos mueve a cuestionar la aparente distancia entre ambas, pero que al acercarnos nos muestra un camino conjunto.
Al inicio de esta guía incluimos una cita de Claudia Vaca en la que resalta cómo los desarrollos farmacológicos de la ciencia occidental son inseparables de los conocimientos de los saberes ancestrales.
Esta realidad nos remite al descubrimiento de la forma de comunicación que tienen los árboles por medio de sus raíces, esa interconexión que no es visible en la superficie, pero que se conecta, alimenta y comunica para fortalecerse. Como los árboles, los saberes están entrelazados y comunicados, aunque los veamos separados el uno del otro, y allí es donde el periodismo científico tiene la tarea de mirar por debajo de la superficie, de encontrar las raíces conectadas y contar las historias de este intercambio de nutrientes.